Hacia 1849 un científico teórico escribió: “La Tierra es el espacio; toda forma de vida se mueve en ese espacio pero solo el ser humano es consciente de moverse solo durante un tiempo en ese espacio”.
Son muchos los ciudadanos que ya habitaban nuestro país a mediados del siglo XX, hombres y mujeres que conocieron diferencias sociales o políticas, ayudaron con esfuerzo al cambio de modos de vida, sufrieron una pobre alimentación y soportaron unos medios de locomoción con bacas repletas de cachivaches que soltaban humos por calles y carreteras medio asfaltadas, polvorientas y estrechas, que unían pueblos y ciudades. Para ellos es más fácil recordar el pasado lejano, pero aún cercano, que entender muchos de los acontecimientos, decisiones, ordenanzas, prohibiciones o permisos, que soportan y a los que tratan de adaptarse de manera más o menos soportable. Hoy en día esos ciudadanos, millones al decir de las estadísticas oficiales, transitan por la vejez de sus vidas a lomos de sus 60, 70, 80 años o más de edad.
La experiencia humana nos enseña que la vida va alargando su duración con el transcurrir de los siglos. Tras dos años de pandemia, tras la búsqueda temerosa de nuevos métodos para huir de la parca y enfrascados ya en la exploración de nuevas formas de mejorar nuestra manera de vivir, nos hallamos ante una realidad que nos obliga a armonizar diversos intentos para cambiar nuestra sociedad: cambios de sexo, preocupaciones por el futuro de nuestros hijos, variopintas relaciones sexuales y novedosas tipologías de matrimonios, aumento de la movilidad y del turismo, necesidad de disfrutar de un creciente conjunto de aficiones, la diáspora de ideas políticas, votaciones y protagonismos en los campos económico, político y social. A todo ello se unen ahora las transformaciones tecnológicas, un indudable cambio climático, las guerras y una nueva etapa de movimientos internacionales en disputa por el dominio mundial.
Desde otro punto de vista, en nuestro mundo actual cada vez se le da más la espalda a la muerte, una de las cosas más evidentes e inevitables de nuestra vida. Vivimos más con la mente ocupada por el aquí y el ahora que por el pensamiento de que llegarán, sí o sí, la vejez y la muerte. Una investigadora y socióloga vaticina que no tardando mucho en España se vivirá más siendo viejo que en la juventud. Los jóvenes de hoy en día no tienen tiempo de tener tiempo; el mayor, el viejo, tiene todo el tiempo sin tenerlo. Pero un día de pronto uno se mira al espejo y se ve desbordado, siquiera sea algo instantáneo, por la visión de su rostro, del color de sus cabellos o por descubrir en los ojos una mirada diferente. ¿La longevidad es un lujo que se puede permitir la actual sociedad? es la pregunta que tendrían que hacerse los encargados de la gobernabilidad social, una cuestión que, como alguna otra, tiene mucho que ver con la Ética política, con la Responsabilidad social, con el Servicio a los demás, con la disminución del egoísmo y la falta de escrúpulos, con las continuas peleas por el poder, con la convicción de que el asunto no es alcanzar el siglo o siglo y medio de vida sino en cómo se podrá vivir si se prolongan la edad y la decrepitud. ¿ Vivimos en un sistema social del que sentirse orgullosos al llegar a la vejez?
Observemos algunos datos y estadísticas:
- Según la OMS entre el 2020 y el 2030 el porcentaje de mayores aumentará más de un 30% en el mundo. Hacia el año 2050, vaticinan, más del 53% tendrá más de 50 años. Cerca de 8,4 millones de ciudadanos tienen hoy más de 65 años. Muchos y en mejor estado de salud.
- España va a ser, ya lo es, uno de los países más longevos del mundo. Y precisamente en nuestro país se ha disparado el desempleo entre los mayores de 50 años.
- En agosto de 2018 se podía leer en un semanario. “La actual generación de mayores será la primera que viva 20 0 30 años después de su jubilación. Seremos jóvenes y adultos más tiempo antes de entrar en una larga vejez”. Pero a continuación el articulista se preguntaba si una vejez más tardía y de más larga duración comportaría un aumento de la desigualdad y mayores períodos de soledad.
- En 2019 uno de cada cinco españoles tenía más de 65 años. De no cambiar las cosas en 2050 serán uno de cada tres, la esperanza de vida habrá llegado estadísticamente a los 77 años y el número de hijos por mujer será de dos.
- Leído en la prensa: los economistas auguran que la suma de un largo envejecimiento, una baja natalidad y otros datos de población sugieren que avanzamos hacia un período de estancamiento económico global. Europa se está volviendo más pequeña, hoy en día representa solo el 8% de la población mundial; en el 2050 será solo el 5%.
- Se estima que en España los mayores acumulan cerca del 60% de la riqueza del país. Pero no son todos los mayores y no suelen darse los datos de los muchos que claramente están por debajo ( el dato más significativo a este respecto es el aumento del desempleo a partir de los 50/55 años).
- Los expertos sitúan en los 70 años- antes era en los 65, antes en los 60- el final por término medio de la vida; la evolución de la medicina (con posibilidades nunca antes imaginadas tras el desarrollo de la tecnología), y de cada cuerpo y modo de vivir serán lo que marque lo larga o lo corta que será la vejez. La pensión que se recibe y la economía, la salud, la fuerza física y el mayor o menor grado de movilidad marcarán los años que a cada uno le queden por vivir; achicarse o amoldarse ante una nueva situación, arrugarse ante la enfermedad o aceptar y aprender a vivir con cada cambio de circunstancia, desmoralizarse o no ante el proceso de envejecimiento y el inevitable declinar, son algunas de las diferentes maneras de enfrentarse a tan ineludible realidad.
- Vivir más es un logro del progreso humano. Y también un negocio en ciernes en áreas como la salud, la alimentación o el turismo (extraído de un semanal de El País).
- La calidad en el envejecimiento de la población – unido quizá al descenso de la natalidad- es solo una muestra de la incapacidad de los políticos y los poderes económicos de cambiar el rumbo de los niveles y estilos de vida de nuestra sociedad actual.
A poco que tales pronósticos acierten qué pasará con el gasto público, con la sanidad y la educación, con los tradicionales modelos de familia, con la edad de la jubilación, con la adaptación a unos avances tecnológicos que cambiarán, sí o sí, los modos de vida conocidos desde hace cuarenta o cincuenta años para acá. Qué sucederá entonces con el clásico principio de que cuanto más rica es la economía de un país mayor es el ritmo de aumento del proceso de envejecimiento en su población. El escaso desarrollo del sistema de atención a la dependencia, la escasa financiación y el consiguiente aumento de atención de una más enérgica política en ese sector (tiempo medio de tramitación de expedientes, falta de recursos y cuidados, costes y limitación de plazas en centros geriátricos…De todo ello dimanan el incremento de asilos y residencias geriátricas privadas, el aumento de la prestación de cuidados a los mayores en el hogar familiar y que, en contrapartida, el gasto público anual en Dependencia genera en nuestro país un retorno al Estado en impuestos del 37% del gasto inicial. Pero se necesita un detonante que abra los ojos y mentes de los organismos encargados del reto que se viene encima a la sociedad hispana.
El índice de pobreza no deja de subir en España y hay un creciente número entre los mayores viejos que entran a formar parte de ella sin posibilidad alguna de salir. Los mayores no producen, pero consumen, no se manejan a solas en muchos casos pero se quejan, zascandilean y dan la lata; se les arrincona en tantas ocasiones que muchos de ellos terminan hartos de tanto olvido y tanta desconsideración. La discriminación por edad(el llamado Edadismo) es insoportable para muchos ancianos cuando algunas de sus ventajas sociales son miradas con recelo por personas a su alrededor; al fin y al cabo, opinan, morir en la juventud es algo inesperado mientras que en la vejez es lo que un día u otro tiene que llegar. De sobra es conocido el malestar de muchos jóvenes contra los viejos, porque ellos “saben y aprenden” y los viejos no. No son ricos ni pobres, dicen de ellos, pero suelen apañarse bien. Incluso, hay jóvenes que les creen unos privilegiados que viven bien sin trabajar. El joven cree aún en la inmortalidad, el anciano sabe que eso es solamente una ilusión; lo que aquel no sabe ni imagina es que muchas de tales ideas y hábitos adquiridos en la juventud son solo una impronta de los comportamientos que verán en otros cuando ellos lleguen a la senectud. Ya lo decía el romano Marco Aurelio (siglo II), “la actitud ante la vejez condiciona aspectos tan bien traídos como el modo de pensar, de sentir, de actuar ante la vida alrededor”. Envejecer es universal, irreversible, el carro alado del tiempo nos llega a todos antes o después; lo que puede diferenciarnos es el modo de vivir y tratar la ancianidad. En el mundo de la memoria se sitúa el universo más reconocible de la vejez.
Todo lo ya apuntado resalta la importancia del modo de vivir durante el proceso de envejecimiento. Descubrir, si es posible por la situación económica, un mundo que antes no se pudo conocer: viajes, juegos con los nietos, asistencia a espectáculos, apreciar la naturaleza con tiempo, disfrutar del aire, del sol, de la sal marina, del deporte y la gimnasia, el contacto con la cultura de la época, la relación con otras personas en similar situación, centrar esfuerzos en llevar a cabo algunas de esas cosas que siempre agradaron y no se pudieron acometer, la ayuda a otros viejos con mayores niveles de dificultad, el interés por el arte, la música o el conocimiento de la historia o de los avances científicos. Incluso la lectura de libros que ensalcen los valores de la vejez o apasionarse por algún aprendizaje ((la Universidad para los Mayores, por ejemplo). … Todo dependerá de si se mantiene o no una actitud relajada ante lo que reste por vivir sin dejarse dominar por una maraña de miedos o despreocupación por la salud; considerar el apego a la vida aun reconociendo la existencia de la muerte es algo necesario e imprescindible para un anciano vital. Porque sentir que se recorre el curso del envejecimiento significa ser capaz de sacar de la mente el dominio del tiempo que se fue. Oponerse a esas dolencias ocultas de las que habla Pascal Bruckner cuando afirma: “las arrugas del alma son la enfermedad más grave que hay”. Porque para el anciano estar contento porque sigue vivo puede llegar a ser más creativo que dejar a la mente merodear con la idea de que la vida se va. Es necesario que el espíritu se aleje de la muerte y aceptar sin temor su evidencia como la mejor manera de vivir en serio la vejez.
El escritor italiano N. Bobbio describe, ya en edad octogenaria, los varios modos de vivir la vejez: la aceptación pasiva, la resignación, la indiferencia, el camuflaje para no ver sus arrugas, la máscara de la eterna juventud, el esfuerzo rebelde ante la realidad corporal, el recogimiento y la reflexión, la oración e, incluso, vivir como si ya fuera la otra vida y lejos del ruido mundanal. La vejez puede conllevar el disfrute del silencio, de la serenidad ante el entorno, de sentir positivamente el paso del tiempo y de reconocer la belleza de tantas cosas, vistas o no, que en años anteriores de la vida no se llegó a percibir. Hasta terminar por aceptar que se puede cambiar el estilo de vida desmontando así en parte el escenario del modo de vivir anterior. Sentirse inseguro, en cambio, pero aparentar que no, solo suele aportar en el fondo un más rápido envejecimiento.
Desde el punto de vista de las burocracias oficiales el viejo solo empieza a serlo al recibir la pensión. El umbral de la vejez se va retrasando y la gente no suele prepararse para afrontarla mientras su vida transcurre hacia el exterior. Ya lo resolveré mañana, piensan muchos en vez de hacerlo antes, sea por trabajo u otras circunstancias, Pero llega el momento en el que ya no queda tiempo para recorrer el camino que no se ha andado antes y tampoco se sabe cuánto durará la última etapa. Hay una vejez cronológica, biológica, burocrática, psicológica, pero no existe el envejecimiento en sí sino muchas maneras y actitudes de ser y de llegar a la vejez. Y envejecer no es lo mismo que enfermar, como alcanzar la madurez no es lo mismo que ejercitar la sensatez. Tras la jubilación hay que aprender a ser uno mismo alejándose de gran parte de lo anterior.
Raro es el país desarrollado que no anda enfrascado en duros debates en torno a las edades y el envejecimiento, por los sistemas de ahorro, las pensiones y la edad de la jubilación, la conveniencia o no de las migraciones y la suma del efecto del alargamiento de la vejez y el descenso de la natalidad. En ese entorno se desenvuelve la llamada Silver Economy, apelativo con el que se conoce internacionalmente el momento y las actividades económicas( ocio, turismo deporte, autoseguridad, alimentación, incluso los gastos por los cuidados necesarios y la atención a la dependencia), de las personas mayores. La pregunta que se hacen los expertos en cuestiones de organización de la sociedad no es si seguirá aumentando el número de personas inmersos en la vejez sino como vivirán en un próximo futuro los ciudadanos situados en los diversos niveles socioeconómicos y políticos de cada país; la experiencia de los últimos años en el nuestro propio sugiere que los ancianos se quedan atrás cuanto más mejora la situación económica general. A todo ello se añade otro notorio resultado, que a medida que se envejece más tarde y se muere más tarde también, más se aleja del pensamiento de la gente la evidencia de que en realidad uno se va muriendo poco a poco, día a día, sin notar siquiera el paso de los años salvo si se sufre un ocasional golpe temprano en relación con la salud.
Antes todo era mejor porque no se acuerda uno de lo que entonces iba peor; más tarde, sin embargo, al entrar en la vejez y al compararlo con la pretérita sensación de que todo iba bien se piensa que todo va mal. Los años dictan la vejez. No poder continuar viviendo del mismo modo que antes puede acarrear un trauma porque el mejor modo de enfrentarse al envejecimiento es llegar a comprender pronto y aprender a convivir con la certeza de una más cercana o lejana despedida; una visión que se llega a interiorizar cuando se acepta paso a paso que uno se está haciendo mayor y que no hay vuelta atrás. Como escribe F. Savater: “La evidencia de la muerte no solo le deja a uno pensativo sino que le convierte en pensador”. Desplegar la energía, la inteligencia y el amor son los tres ingredientes esenciales para afrontar la senectud.
Tras la desconexión-jubilación, hay una crisis inicial, una resituación lenta y el despliegue de otro modo de vivir; las amenazas latentes son bien conocidas, más soledad, más ansiedad, más depresión y malestar físico y emocional. Cada vez que se cumplen años se presentan dos perspectivas diferentes: un año más, jé, jé, jé…o un instante para aprovecharlo a tope como una porción de la eternidad. Algo parecido parece suceder a unas u otras personas a partir de la llegada de la jubilación: dedicar el tiempo del envejecer a disfrutar de la vida o a esperar el trance final sentado a solas en el parque, un día tras otro, y dejar correr el tiempo hasta el ingreso en el más allá; dejar pronto atrás la atracción sentida antes por la vida, risas, conversaciones, el trabajo y sus aspectos emocionales; la creación de una filosofía personal sobre una nueva situación y la de los demás o sustituirla por la lasitud, la desmotivación, las zapatillas de andar por casa, el futbol por la tele y llenar la cabeza del vacío mientras se espera la ayuda de tanta vaciedad. A falta de largas esperanzas bien está dedicar la energía a lo que antes no se pudo acometer. Interesarse por las cosas alrededor parte de aprender a distinguir que no es lo mismo el tiempo perdido que el tiempo que se perdió. O dicho de otra manera, no es lo mismo ataviarse pronto con el uniforme de la vejez que endomingarse con unas gotas más de vitalidad.
La vida se compone de memorias con las que el ser humano otea el futuro sin percibir apenas que cada uno de sus soplos de vida lleva la muerte dentro de sí. Todo instante es en el fondo una espera de nuestra indubitable finitud. Pensar en la muerte por no hallar alternativas o no rodearse anímicamente de seguridad, sentirse inseguro pero aparentar que no lo está, no suele aportar mucho al robustecimiento interior. Así decía Nietzsche que toda persona viva debería valorar cada momento como algo único e irrepetible. Aún en la vejez. Vivir solamente para esperar a la muerte es haber muerto ya en vida. Algo horrible de verdad.
De ahí la importancia de saber qué hacer con el tiempo por venir tras la jubilación. El problema principal estriba en que es un nuevo e irrepetible período de la vida que tendría que aportar vivencias positivas en vez del decaimiento interior o la debilidad. Lo más difícil del retiro tras la jubilación es saber qué hacer con el tiempo por venir. Solucionar personalmente una nueva relación entre el ser de cada uno y el tiempo.
Marco Aurelio (siglo II) una vez más: “Casi nada persiste y muy cerca está ese abismo infinito del pasado y el futuro en el que todo se desvanece”. Amén.
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(AÑADIDO.: ENTREVISTA SOBRE EL ENVEJECIMIENTO)
No me resisto a añadir unos pocos párrafos de la entrevista que la periodista Ángeles Gómez mantuvo el 15/11/2022 con el científico Aubrey De Grey (nacido en 1963), una vida consagrada al estudio del envejecimiento. Educado en los mejores colegios británicos y en la Universidad de Cambridge, cultiva una imagen totalmente opuesta a la juventud que busca y se muestra indiferente ante el escepticismo que suscitan algunos de sus postulados, sabiéndose poseedor de la razón científica. Una prueba de su superioridad en la materia es su libro El fin del envejecimiento :
…………..Sobre las causas del envejecimiento, se siguen manteniendo las siete que planteé en su momento. Es evidente que ahora entendemos mejor el envejecimiento, pero las principales causas se mantienen………..
…………Creo que personas que ahora tienen en torno a 70 años de edad podrán vivir lo suficiente para lograr vivir para siempre, porque muy pronto, en cinco o diez años, estas terapias ya estarán disponibles para extender la vida, aunque todavía envejeciendo, y después de estas lograremos que haya terapias para, directamente, rejuvenecer, que es lo verdaderamente importante. Hay que entender que esas terapias consisten en reparar el daño, por ello no importará que la persona esté envejecida, ya que la vamos a rejuvenecer.
……..No habrá sobrepoblación porque, en los países más desarrollados, las mujeres cada vez tienen hijos más tarde y tienen menos hijos. Y no será caro porque lo que es realmente caro es envejecer. Si la gente no envejece, sobrará dinero porque caerán los gastos médicos. Lo que es caro es ser viejo…
……..En cuanto a los costes: si la gente rejuvenece y, por ejemplo, vuelve a los 20 años, no habrá el gasto médico actual. Hoy día, el 80% del gasto médico es para los últimos 5 años de la vida, y ni así se evita morir. Pero si no eres viejo, no tendrás ese gasto…….
………La gente necesita entender que el envejecimiento es una condición médica que se puede detener y se puede revertir. Si se hubiera empezado a hacer esto hace 50 años, ya habríamos curado el envejecimiento. La gente debe saber que esto es real……
……..Dentro de 15 años repetiremos la entrevista. ¿Cómo vamos a estar? ¿Viejos? (Sonríe levemente). No lo sé. Pero creo que tendremos varios tratamientos que nos permitirán detener el envejecimiento para después empezar el proceso de rejuvenecimiento. Sí, estaremos vivos, y tendremos ya tecnologías que nos acercarán aún más el rejuvenecimiento. Insisto: si hace 50 años se hubiera empezado a estudiar el envejecimiento, ya lo habríamos resuelto…….
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